Según la tradición, la Isla de la Cartuja era rica en tierras arcillosas, así pues los alfareros de Triana extraían estas tierras para la elaboración azulejos y útiles para el hogar.
"En una de las cuevas formadas por la continua extracción de arcilla fue hallada una imagen de la Virgen que había sido escondida allí con anterioridad. Pronto se levantó una ermita en el lugar y la devoción hacia la imagen, que era tenida por milagrosa, fue creciendo".
"Para asistir a devotos y peregrinos se asentó en sus inmediaciones una comunidad de terciarios franciscanos, hasta que en 1400 el arzobispo Gonzalo de Mena inició la fundación del monasterio cartujo"
En 1835 el Monasterio de la Cartuja fue adquirido por Charles Pickman, que lo transformó en una prestigiosa fábrica de cerámica de fama internacional. Finalmente, en 1992 con motivo de la Exposición Universal la instalación fue restaurada y destinada a usos culturales, albergando hoy en día el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.
Exposiciones de diversa índole tienen cabida entre las paredes de este histórico recinto. Recorriendo cada una de sus salas encontramos reivindicaciones y expresiones de artistas que no quieren dejar de expresar su inquietud ante el momento histórico actual, al tiempo que proyectan sus ideas y pensamientos más profundos para hacerse oír y remover las conciencias de los que extrañados contemplamos sus obras.
Nos detenemos ante la representación de un ser alado, remendado, sujetado, tenido por coloridas cintas adhesivas. Se reviste no obstante de unas enormes alas igualmente frágiles pero que le harán volar tan lejos como su imaginación le permita.
Este histórico recinto no solo alberga obras de arte
contemporáneo. Caben destacar las salas destinadas al recuerdo de la
Exposición Universal de Sevilla 1992. Os acercamos a la
Sala del Tesoro, que alberga una colección de obsequios recibidos de personalidades
de los distintos países participantes en aquel evento, alguno de los
cuales os mostramos seguidamente.
Las hiedra reviste la fachada de uno de los patios del transformado Monasterio de la Cartuja, ya no se trata de una fachada rocosa más, la enredadera la ha dotado de una nueva identidad, un nuevo muro verde se alza y envuelve la esencia primera del lugar, mientras la Santa Cruz permanece semioculta en recuerdo de su pasado.
Así mismo, el ser humano toma ciertos lugares y los transforma llevándolos a una nueva circunstancia, pasando en esta ocasión de lugar de culto a fábrica de cerámicas, posteriormente sala de exposición de ideas y almacén de recuerdos.
Capilla de Santa Justa y Rufina, en el huerto interior del Monasterio de la Cartuja |