Estuvimos un sábado en El Puerto de Santa María. Hace ya mucho que volvimos de este viaje, pero hoy os mostramos las instantáneas del castillo de San Marcos y el mercadillo de antigüedades que se organiza ante sus puertas.
Las puertas del castillo no se venden:). Pero sí viejos muebles, accesorios, mesillas, garrafas de vidrio... mirad cuántas cosas pudimos ver este día.
En primer lugar dimos un paseo admirando la muralla del castillo y después visitamos más de cerca cada uno de los puestos. Los mercaderes se afanaban en disponer sus utensilios, muebles y artículos de diversa índole de la mejor manera posible, a fin de que el paseante advirtiera la rareza o lo extraordinario de todo cuanto cada uno disponía.
Pudimos admirar arte pictórico, orfebrería, cerámica y vidrio. Cachivaches, cacharros, cucharas, cruces, crucifijos, diversos útiles y utensilios. Alacenas, mesas, mesinas y platos de cocina, de comida, postre y cena, romanas y sus pesas, latas, maletas y hasta raquetas.
En no pocas ocasiones, por no decir que siempre, al visitar algún mercadillo o feria de coleccionismo, percibimos la sensación de encontrarnos en un museo al aire libre. Sencillamente, nos resulta gratificante pasear por entre los puestos y conversar con los vendedores.
Espejo espejito... Mucho utillaje bonito, curioso y llamativo. Antaño tan útil y ahora ya envuelto, cubierto de instantes congelados de oficios perdidos, como guardado, como si se encontrase arropado por la historia que susurra. Si escuchas, que no oyes, te cuenta de acontecimientos y de momentos, de pasiones y de oraciones, y te narra en cada caso la vida de su hacedor o de su tenedor. Todo colocadito, aun por el suelo sobre mesas e incluso en maletas, nos cautiva.
Esperamos haberos hecho pasar un momento entretenido paseando con nosotros por el mercado de antigüedades de El Puerto de Santa María. Recordaremos la estancia gracias a alguna de las cosillas que adquirimos en esta ocasión, en concreto un par de vinilos que escucharemos mientras la aguja de nuestro viejo Bettor Dual surca por sus canales, inundando nuestra estancia de olas de melódicos sonidos.
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