Sembramos una Tuya y cuando alcanzó unos pocos centímetros de altura la trasplantamos del modo en que podéis ver en las fotografías. La superior corresponde al segundo año de vida del ejemplar, mientras que las dos inferiores se realizaron en cada uno de los dos años posteriores.
Para la toma de agua, antes de la plantación perforamos la roca hasta su parte inferior e introducimos un cordón de algodón de unas viejas zapatillas que extendimos a lo largo de la oquedad donde crecería la planta. Este material absorbe el agua y por capilaridad la transporta hasta su otro extremo, haciéndola accesible a las raíces que se encuentran en sus proximidades.
Es importante e interesante hacer un archivo fotográfico de los bonsái de que disponemos. Con el transcurso de los años apreciamos tanto el trabajo y tiempo invertido en cada uno de los ejemplares como la respuesta de la planta a nuestras caprichosas actuaciones sobre ella.
Las fotos superior e inferior corresponden a un Ficus que dejaron bajo nuestros cuidados en 2006.
Tras estos años hemos conseguido dar lugar a una profusa ramificación y a la reducción del tamaño de las hojas del Ficus. También hemos logrado una redistribución de las raíces además de eliminar alguna de las que a nuestro parecer, no se encontraban adecuadamente dispuestas.
En cuanto a la Tuya de la que hemos hablado en los primeros párrafos de esta entrada, finalmente la perdimos, y la roca granadina volvió a quedarse vacía. Pero como de todo fracaso hemos de sacar o aprender algo positivo y lejos de cesar en nuestro
empeño de verla llena de vida vegetal, hemos vuelto a sembrar otro
ejemplar que tras un año de crecimiento tiene el aspecto de la
foto inferior
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