Frente a los fríos invernales hemos optado por cubrir algunas de las hortalizas que continúan su crecimiento en estos meses. Las lechugas lo hubieran pasado realmente mal sin los plásticos que se han colocado para evitar las heladas.
En enero, en un pequeño hueco disponible en el patio, nos decidimos a plantar unas pocas zanahorias. Son comunes en los centros comerciales los sobres de semillas a precios asequibles.
Para favorecer la nascencia y evitar posteriores heladas, hemos improvisado una cubierta a modo de invernadero, aprovechando los restos de unos sarmientos y alambre de una libreta que se envió so contenedor de reciclaje de papel.
Actualmente han aparecido las pequeñas plantitas de zanahoria. No vamos a quitarles el plástico que las protege de las heladas, las mimaremos durante los próximos meses y nos daremos el gusto de comer algo cultivado por nosotros mismos.
Solemos ver a muchas personas de larga trayectoria vital preparando sus huertos en las afueras de pueblos y ciudades. Se levantan temprano, cavan, riegan, se afanan en tenerlos bien preparados y en muchos casos acaban regalando buena parte de lo que producen. Preguntando a alguna de estas personas, nos encontramos con que sencillamente lo hacen porque se ven recompensados por la naturaleza por un trabajo bien hecho, también por ver cómo nacen y crecen plantas y frutos, lo cual es sencillamente gratificante.
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